Nola ez bidaiatu Indian
¡Hola MyWayers! Hoy os traemos una pequeña gran anécdota que vivimos en India.
Todo comenzó una noche de abril de 2018, cuando pusimos rumbo a Goa, la región paradisiaca de India, donde hay gran cantidad de playas y se vive del turismo costero.
Partíamos desde Pune, una ciudad cerca de Mumbai. El viaje duraba técnicamente unas 8-9 horas en bus. Digo técnicamente, porque si nos hubieran dicho que el viajecito iba a durar más de 13 horas y que nunca llegaríamos al destino en bus, sino que tendríamos que coger un taxi en donde Cristo perdió la chancleta a 40 grados bajo un sol abrasador, creo que nos hubiésemos replanteado la visita a aquel "paraíso" de India.
Por si no fue suficientemente dura la noche en aquel ruidoso vehículo, nuestro bus nunca llegó a Goa, tuvimos que parar unas tres veces por el camino, porque el motor del bus estaba demasiado caliente y había riesgo de que explotase el bus, además de todas las veces que los múltiples chóferes pararon el autobús para preguntar por dónde se iba, #incredibleIndia.
Todo bien hasta el momento, nada por lo que preocuparse...
A todo esto, hay que destacar que una de nuestras compañeras, Aintzane, empezó a sentir una "pequeña" molestia en la rodilla. Para cuando nos dimos cuenta, la rodilla de Aintzane tenía el tamaño y el color de una lombarda. Hasta la fecha, se desconoce la razón por la que la rodilla decidió hincharse de aquella manera, una vez más, #incredibleIndia.
Volvamos a la historia. En un ataque de desesperación, decidimos bajarnos del autobús, en el medio de la nada (miento, sí que había algo, un rebaño de vacas salvajes andando por la carretera). Conseguimos preguntar a un señor que pasaba por ahí si conocía a algún taxista que nos pudiese llevar a nuestro destino.
En ese momento, nos sentimos como en Narcos cuando intercambian mercancía. Si aquel hombre no llamó a otros 5 hombres por teléfono no llamó a nadie.
Después de unos 40 minutos a pleno sol, llegó nuestra salvación, el señor taxista. Increíblemente, realizó su servicio exitosamente y llegamos a nuestro destino. Por fin, algo nos salía bien.
No contentos con finalmente haber llegado a Goa unas 5 horas más tarde de lo que teníamos que haber llegado (como mínimo), tuvimos que acompañar a Aintzane al hospital, donde pasamos la genial cantidad de 8 horas esperando el veredicto de los médicos, que resultó en nada concreto.
Aún así, después de todo lo que había pasado, acabamos el día cenando en la playa bajo las estrellas, con vistas al mar, donde pudimos ver cómo las olas producían una bioluminiscencia poco común para nuestros ojos.
Todos los que fuimos a aquel maravilloso viaje de dos días podemos decir que Goa es un sitio que nunca olvidaremos, literalmente, y que a pesar de todo, mereció la pena.
Todo bien hasta el momento, nada por lo que preocuparse...
A todo esto, hay que destacar que una de nuestras compañeras, Aintzane, empezó a sentir una "pequeña" molestia en la rodilla. Para cuando nos dimos cuenta, la rodilla de Aintzane tenía el tamaño y el color de una lombarda. Hasta la fecha, se desconoce la razón por la que la rodilla decidió hincharse de aquella manera, una vez más, #incredibleIndia.
Volvamos a la historia. En un ataque de desesperación, decidimos bajarnos del autobús, en el medio de la nada (miento, sí que había algo, un rebaño de vacas salvajes andando por la carretera). Conseguimos preguntar a un señor que pasaba por ahí si conocía a algún taxista que nos pudiese llevar a nuestro destino.
En ese momento, nos sentimos como en Narcos cuando intercambian mercancía. Si aquel hombre no llamó a otros 5 hombres por teléfono no llamó a nadie.
Después de unos 40 minutos a pleno sol, llegó nuestra salvación, el señor taxista. Increíblemente, realizó su servicio exitosamente y llegamos a nuestro destino. Por fin, algo nos salía bien.
No contentos con finalmente haber llegado a Goa unas 5 horas más tarde de lo que teníamos que haber llegado (como mínimo), tuvimos que acompañar a Aintzane al hospital, donde pasamos la genial cantidad de 8 horas esperando el veredicto de los médicos, que resultó en nada concreto.
Aún así, después de todo lo que había pasado, acabamos el día cenando en la playa bajo las estrellas, con vistas al mar, donde pudimos ver cómo las olas producían una bioluminiscencia poco común para nuestros ojos.
Todos los que fuimos a aquel maravilloso viaje de dos días podemos decir que Goa es un sitio que nunca olvidaremos, literalmente, y que a pesar de todo, mereció la pena.